in

La calle del degollado

El degollado

Degollado, es una palabra bastante trágica, aunque más tétricas son las sangrientas imágenes que hacen aparición en nuestra mente con personas muriendo como si fueran unos insignificantes animales.

En este caso, degollado es una calle bastante popular de Guadalajara, México, se encuentra en la zona centro, pero su nombre no es lo único que atrae, sino la leyenda que se encuentra tras la calle del degollado.

México es un país lleno de mitos, leyendas y creencias que absorben a todos lo que pisen sus tierras y que, aunque no lo parezca, hacen que se vuelva más misterioso este país, el día de hoy hemos recopilado toda la información sobre una de las calles más misteriosas, inusuales y concurridas de México, en Guadalajara.

La calle del degollado, que tiene una historia y una leyenda a rastras, no solo atrapante, sino también aterradora, aunque quédate hasta el final para que puedas descubrirlo.

Se podría decir que hasta los mismo habitantes que transitan de vez en vez la calle del degollado, piensan que esta se llama así por el general Santos Degollado, quien fue un hombre que llevó mucho honor a su pueblo en su época, sin embargo, cuando ahondamos más en esta historia incluso es capaz de erizársenos la piel, al darnos cuenta de que no es exactamente por este general que tiene este nombre.

Hay muchas cosas en la vida, que no conocemos, y los desconciertos van en ascenso cuando se trata nada más y nada menos de leyendas que se basan en hechos reales.

Resulta que había una señora muy enferma por las antiguas calles, que hoy en día se conocen como el degollado, la señora estaba en un estado crítico, parece que la muerte estaba toqueteando en su puerta sin siquiera haber preguntado y sus allegados y vecinos les erizaba la piel aquello, esta señora cayó en cama y no podía caminar, postrada esperaba su final.

No obstante, siendo una persona de buen corazón, no podía tener un final tan trágico, así que su hermana y su pequeña sobrina se encargaban de cuidarla con delicadeza, la menor de las tres, le ayudaba con la limpieza mientras que su hermana se encargaba de la comida.

Esta mujer, tenía familiares de línea sanguínea directa, su hijo, Timoteo, el que no vivía con ella, sino que se encontraba aparte, como si fuera un capataz, viviendo en la entrada de la casa que llamaban los allegados “el rancho”

Pero, muy al contrario de su madre, el corazón de este hombre era opaco, como si se tratara del propio petróleo recorriendo por sus venas y aunque vivía cerca, no sabía siquiera la enfermedad de su madre, por lo que en cuanto se enteró su ambición y codicia lo llevaron fugazmente hacia el rancho con el que se quería quedar y el cual heredaría muy feliz y campante. Durante los primeros días, Timoteo intentó ocultar su ambición y aquellas irremediables ganas que tenía en el cuerpo de que su madre, Eustolia, falleciera de una vez por todas; no solo para heredar todo lo que podía, sino también para que su impertinente prima menor y su tía, que ambas eran metiches, se fueran del lugar.

La hermana de Eustolia, que la cuidaba con un amor errático y su hija, se percataban de cómo aquél hombre que se hacía llamar hijo, se aprovechaba de la situación de su hermana y varias veces lo habían visto con malas intenciones, como si quisiera hacerle daño o propiciar su muerte, todas estas ideas eran suposiciones y pensamientos recurrentes que la preocupada hermana tenía.

Todo señalaba a que Timoteo, el niño de los ojos de Eustolia, planeaba la muerte final de su madre, la codicia y la ambición iban más allá de lo que él jamás podría comprender, el amor hacia la persona que lo había criado había menguado y todo se esclareció cuando en una noche, llegó ebrio al gran rancho, estado en el que le dijo a su madre que si fuera por él ella estaría más que muerta.

Entre gritos, maldiciones hacia su madre y blasfemias aquella noche, se internó en lo que era su hogar, un pequeño cuchitril que estaba hecho un desastre a causa de su descuido, aquella noche se escucharon por toda la zona ladridos de perros y aullidos desconsolados, el aire parecía pesado y la noche estaba tan oscura y solitaria que la hermana y sobrina de Eustolia se quedaron allí, en el rancho.

Esa noche, la pequeña niña no pudo dormir, ya que, en el transcurrir de la noche había escuchado como si un carruaje estuviera justo en la ventana de la habitación en la que se quedaba, parecía lejano y cercano a la vez, un chirriante sonido que le erizaba los vellos de la piel y la hacía susceptible a todo lo que sus sentidos percibían.

Al día siguiente, los vecinos se encontraban espantados y alarmados, afirmaban que aquellos sonidos y alaridos en las horas de la noche, no eran otra cosa que la carreta de la muerte, cosa que hizo que la pequeña se escondiera tras su madre y que la mujer se quedara petrificada en su lugar.

Horas después, Timoteo entró como alma que llevaba el diablo al gran rancho, despotricando el nombre de su tía, de su prima y de su madre “¿Por qué me han tocado la puerta en la noche?” gritó, tan fúrico que su prima pensó que las mataría. “Si me echaron como si fuera un perro, no vayan a rogarme que vuelva”

Su madre, molesta, le había gritado, que su consciencia era la que lo estaba matando, a lo que Timoteo respondió con aires de grandez que si lo seguían persiguiendo y fastidiando las mataría a las tres y no dejaría rastro de ninguna. Y tras un “Déjenme en paz” se fue a su casa.

Eustolia, lloró desconsolada, llena de dolor, mientras que su sobrina y su hermana lloraban a la par, pero aterradas por el miedo que le tenían a aquél hombre, que, aunque era familia, parecía un total desconocido.

Pasaron días, sin que Timoteo se apareciera por el rancho, pero cuando lo volvieron a ver, volvió a quejarse de que habían tocado a su puerta en la noche, más de tres veces constantemente, para ese momento ya su tía empezaba a creer que se estaba volviendo loco y que su codicia y ambición, no hacían más que trastornarlo.

Después de unos cuantos días en los que Timoteo volvió a desaparecer, luego de amenazar de nuevo a su tía y a su prima que las mataría, luego de semanas no sabían nada de este vil hombre que era incluso capaz de matar a su madre.

¿Qué estaría planeando? ¿La mataría o no?

Nadie sabía nada, y todas las noches sin falta seguían escuchándose aquellos sonidos espeluznantes que hacían que los corazones que se encontraban en los lugares aledaños se detuvieran.

Una noche, como cualquier otra, Timoteo escuchó de nuevo aquellos sonidos y a su puerta tocaron de nuevo, ya cansado de que su insoportable madre se arrastrara tras él, se decidió a abrir la puerta para ponerla en su lugar, sin embargo, la sorpresa se la llevó él, cuando quien le esperaba con una sonrisa cadavérica y cínica, no era su madre, ni su tía, ni siquiera se trataba de su insoportable prima.

Al día siguiente encontraron a Timoteo, en la entrada del cuchitril en el que vivía, la puerta se encontraba llena de sangre y el cuerpo del hombre que amenazó a su propia madre, se encontraba sin vida y con la cabeza desprendida de su anatomía.

La escena era horrible de presenciar y más era el terror, con el desconocimiento de los allegados, que ni siquiera sabían qué había sucedido.

Aún se rumora que la carreta de la muerta sigue recorriendo estas calles y que aprovecha de recolectar a aquellos que no merecen estar en esta tierra, los vecinos fomentaban la idea de que la muerte le había degollado con su hoz y aunque, no sea la historia que se cuenta en la actualidad, a muchos les ronda por la cabeza que esta es la leyenda en la que se basa el nombre de la calle del degollado.

Y aunque podrías ser tú el siguiente, no te preocupes, nada te pasará en la calle del degollado, o quizá si…

En esta vida todo es incierto, aunque ya nos pudimos dar cuenta con la trágica leyenda del degollado esta ocasión, Timoteo.

La Pascualita

La atroz historia de la Pascualita

Las leyendas japonesas más escalofriantes